Un fiel reflejo


Un fiel reflejo

Cuando conseguimos escribir unos diálogos convincentes, decimos que son un fiel reflejo de la realidad. Creemos que son auténticos, reconocibles, que son tal cual los oímos en nuestro día a día.

¿Fiel reflejo? Mira la foto que acompaña al artículo. Lo que se ve en el espejo no es idéntico. La novela está boca abajo y al revés. Es pura ilusión que la persona zurda que se peina con la raya al otro lado y nos mira a través del espejo sea idéntica a nosotros.

Los diálogos de nuestra novela son (y deben ser) una versión pulida de la desastrosa realidad de la cháchara cotidiana. Si no estás convencido, graba una conversación en tu móvil y transcríbela, palabra por palabra. Aquí está nuestro primer intento, una pareja en el tren.

–Bueno, sí, ya sabes, eeeh, queee, se lo dije, eeh, a la de la panadería; bueno, no, donde compramos el pan ¿te acuerdas no?
–Pero ella era laaa… esa, la… la que va por… ¿está por las tardes o no?, ¿me dijiste que te había dicho algo?
¡Toma realismo!

Entonces, ¿cómo aprendemos a escribir un diálogo creíble? De la misma forma que aprenderíamos a imitar bien a Julio Iglesias. Y no es fijándonos mucho en Julio, sino estudiando a un buen imitador del cantante. Ese profesional ya tiene pillados sus tics, sus inflexiones más características y esos gestos que harán que el público reconozca la caricatura.

Estudia cómo organizan y llevan a la práctica sus diálogos los novelistas que más admires, porque ellos son los auténticos maestros de plasmar ese no tan fiel reflejo de la realidad.

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