Quedará de narices


Quedará de narices

Algunas familias chinas usan un método tradicional de lo más peculiar para recordar las historias ancestrales que pasan de generación en generación. Cuando se reúnen para narrar relatos sobre las vicisitudes del bisabuelo en la guerra, o de cómo se conocieron los tatarabuelos, mientras el narrador va deshilando la historia, va pasando pequeños cuencos con especias para que sus oyentes las vayan oliendo, para que se vayan impreganando con esos aromas. Cada historia tiene un olor asignado. Si en el futuro algún miembro de la familia olvida algún detalle, sólo tendrá que ir a su cocina y oler el bote de comino, canela o cilantro y volverán los recuerdos.

La ciencia moderna ha confirmado la eficacia del método. Nuestro olfato es parte del sistema límbico, ubicado en el cerebro muy cerca de la amígdala, la parte encargada de las emociones y de las respuestas emocionales. También tiene acceso al hipocampo, encargado de nuestra memoria. Por eso los recuerdos que nos asaltan de sopetón a través del olfato son tan intensos; porque de la mano de esos recuerdos vienen las emociones que conservamos asociadas a ellos.

La descripición de aromas, olores, de todas las sensaciones que somos capaces de percibir a través del olfato son de lo más interesantes en una novela, porque se convierten, casi por arte de magia, en la conexión más directa a las emociones del lector.

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